La medalla de la refugiada Yusra Mardini




"Nunca hay que rendirse". Contundente, rotundo, cargado de esperanza, así sonó el mensaje que lanzó a los cuatro vientos la nadadora refugiada siria Yusra Mardini, una auténtica heroína, una ganadora, pese a que de su cuello no cuelgue una medalla. La encarnación del espíritu olímpico.
Da igual que su tiempo en las preliminares distara en casi 13 segundos del marcado por la sueca Sarah Sjostrom, la gran favorita al oro. El triunfo de Mardini no se mide en puestos, ni en marcas, la victoria de Yusra consiste simplemente en poder competir, en seguir viva.
A diferencia de otros miles de refugiados que han perdido la vida en el último año al tratar de huir por mar de la guerra de Siria, Yusra Mardini logró escapar del fatal destino que le aguardaba en las oscuras y frías aguas del mar Egeo.
"Con una mano sujetaba la cuerda que estaba atada al bote, mientras que nadaba con la otra y los pies", explicó Mardini antes del inicio de los Juegos, al recordar como tuvo saltar al agua y nadar junto a su hermana para llegar hasta la costa de la isla de Lesbos, tras la avería que sufrió el motor de la embarcación en la que viajaban.

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